lunes, 13 de julio de 2015

No me despido

Hace como un año y medio terminé mis estudios de maestría. La sensación era agridulce, pues me costó más trabajo de lo que había previsto, me volvió más consciente de lo que me falta por aprender, al tiempo que sembró inquietudes un tanto extrañas. Regresé paulatinamente a las aulas, como profesor, y no pasó mucho tiempo antes de recibir dos noticias contradictorias como pocos días de diferencia: un artículo rechazado y una carta de aceptación a un doctorado al que, siendo sinceros, nunca hubiera aspirado a ingresar de no ser por la sugerencia de un profesor prácticamente desconocido.

Diez meses viviendo solo, acercándome a algunas nuevas amistades y distanciándome de algunas más o menos "viejas". A veces, cuando terminaba mi "performance" como profesor, no sé que tan bien logrado, me preguntaba si acaso no utilizaba la docencia para seguir aprendiendo, y si ellas y ellos habían logrado, ya no digo "aprender", sino cuando menos hacerse una de las muchas preguntas que, mal que bien, intento sembrar cada que platico con alguien, sea en un aula, en un pasillo, en un bar o en la mesa de un restaurante o de un café.

Dos generaciones de preparatoria graduadas, con casi un centenar de ex-alumnos de cada una, pero con unos cuantos buenos amigos y amigas a quienes sigo y seguiré frecuentando. Ateos, creyentes e incrédulos, todos dejaron preguntas y recuerdos que me formaron, y tengo bastante de cada una de esas actitudes; protestas, discusiones, marchas, pisteadas, pláticas y silencios que me permitieron, semana con semana, observar cómo cada día dejo de ser lo que era para empezar a ser algo distinto, quien sabe si mejor o peor, pero siempre "alterado" por esas personas.

Hace como un año dejé a mi primera y última (pero no única) banda de rock. Hace un par de días entregué las llaves de mi casa, no la de mis padres, en la que nací y crecí, sino en la que descansé, cociné, leí, toqué y me bañé por casi un año, la primera que renté. Mañana dejo la casa de mis padres y mis hermanos. Hace diez días era un profe de la Ibero... Trato de no llevarme mucho, salvo unos cuantos libros, algo de ropa, mi memoria y mis aprendizajes, en los que se encuentra un poco de todos y todas con quienes he convivido.

No voy solo. Nos vamos juntos. Lo cual me fascina y me aterra a la vez, y me aterra no porque tema a los compromisos o a la compañía, sino porque amar y ser amado implica que todos los días dejaré de ser un poco quien soy para convertirme en algo distinto, porque significa reconocer no solo que no estoy completo, sino que le ofrezco a ella una grieta de mi corazón que nunca será llenada, pues en el momento que se cierre, se cerrará también la posibilidad de amar. Mañana a esta hora estaremos comenzando algo distinto, en una tierra extraña que habitaremos y que nos habitará a nosotros; no sé si seré más feliz, si la vida será más fácil, ni si obtendré todo lo que quiero, pues nada me garantiza que mañana desearé lo mismo que hoy, pero estaremos juntos, y eso me basta.

Y no, no me despido, no sólo por la garantía de que eventualmente regresaré, sino porque mucho de lo que soy se queda por acá, y porque en lo que soy en este momento me llevo mucho de todos los que han estado a mi lado.

1 comentario:

  1. Excelente reflexión. Tambien los profes aprendimos mucho de ti. Voy a extrañar el intercambio de ideas en la sala de maestros y en los pasillos, sobre todo porque me dejaban mas interrogantes.Un abrazo y lo mejor para esta nueva etapa.Bendiciones.

    ResponderEliminar