miércoles, 23 de julio de 2014

Preguntas incómodas y juicios cómodos. A propósito de Mamá Rosa.

Si bien se trata de un asunto complejo sobre el que no estoy en posición de acusar o defender, me preocupa que uno de los argumentos con los que se suele defender a “Mamá Rosa” es: "Se fijan solo en lo malo, pero no en todo lo bueno que hizo".

Si la única forma en que desde esta perspectiva debemos juzgar a una persona (pienso que más que a una persona, deberíamos de juzgar sus actos) es poniendo en una balanza sus buenas obras y sus malas acciones, entonces, significa que de tener un cúmulo de obras buenas ¿debemos dispensarle lo malo que ha hecho? ¿Obrar bien nos da crédito para hacer el mal o equivocarnos en perjuicio de otros? Lo primero que habría que objetar ante eso es que se trata de una noción religiosa (Dios pondrá en una balanza nuestras buenas y malas acciones al momento de juzgarnos), que no debería de incidir en el marco de un Estado laico que haga valer los derechos humanos de las víctimas. Hacer obras de caridad no nos hace inmunes de violentar los derechos de otros, aún y con buenas intenciones de por medio.

Pero yendo un poco más allá, como católico me preocupa que detrás de este argumento se esconde una noción en la que podemos negociar con Dios, pero no cómo lo hizo Abraham intentando evitar que Sodoma y Gomorra fueran destruidas con todo y la gente inocente que en ellas vivían, sino en un sentido perverso. Hacer buenas obras y dar caridad a los pobres serían entonces una licencia o crédito para pecar, siempre y cuando nuestras buenas acciones sobrepasen en cantidad o calidad a las malas. Esta lógica es la que podría explicar en última instancia la “caridad” practicada por las élites capitalistas, legales o ilegales, pues aquí entrarían hasta los narcotraficantes. Así, como creyente me es sería lícito dejar desempleados a numerosos trabajadores si cada diciembre dono cobijas a un albergue con mi aguinaldo, participar en juicios que envían a la calle a familias completas si entrego más del 1% que la iglesia me exige como diezmo, o hasta dedicarme al narco con todas sus implicaciones si con mis ganancias construyo un templo, una escuela y hasta un hospital; dar aspirinas con la mano izquierda mientras doy cianuro con la derecha. Y lo que más me preocupa, es que este fue exactamente el mismo argumento con el que hace algunos años, algunos intentaron defender a Marcial Maciel.


Repito, mi crítica no es hacia esta persona sino hacia la forma en la que ha sido defendida, pues a final de cuentas, el mayor culpable por omisión, el Estado, viene saliendo impune no solo del juicio legal, sino también del mediático y popular. Quizá habría que recordar la frase de Helder Cámara: “Cuando doy de comer a los pobres me llaman santo, cuando pregunto por qué son pobres me llaman comunista”, sin perder de vista que siempre habrá quien nos brinde su “caridad” para ayudar a los pobres, pero los benefactores (Estado, empresarios, narcotraficantes) probablemente habrán de molestarse si hacemos la segunda pregunta.