Los que nos dedicamos a las
ciencias sociales y/o humanas tarde o temprano reconocemos que las sociedades son
sumamente complejas. Interpretar la maraña de creencias, deseos,
condicionamientos, prácticas y visiones del mundo de ciertos sujetos o grupos
es algo a lo que historiadores, sociólogos o antropólogos nos dedicamos, y pienso
que eso nos debería volver más sensibles no solo a las realidades que
estudiamos, sino también al pedacito de mundo en el que vivimos.
En
las últimas semanas he podido notar algunas cosas que no habría intuido de no
ser por algunas conversaciones que tuve; tal vez si fuera antropólogo lo
observaría de una manera distinta, pero dado que me dedico a disque interpretar
papeles viejos, comunicarme con la gente viva se me dificulta notablemente. Una de
ellas es que por lo visto muchos de nosotros estamos esperando un mesías.
Cuando dos o tres personas en un mismo día te dicen que hace falta un Emiliano
Zapata para que inicie un movimiento social, porque los mexicanos somos
violentos y solo así logramos cambios, creo que vale la pena guardar el ego de
historiador que te dice: esta gente no sabe nada de historia, y preguntarse
¿Por qué profesionistas de clase media y de perfiles ideológicos de lo más
diverso coinciden en una premisa de este tipo? ¿Por qué en pleno siglo XXI
pervive este mesianismo? ¿Estamos predispuestos a la violencia o lo aprendimos
muy bien en la escuela? ¿Cómo leemos los signos
de los tiempos, que aún sabiendo lo que se tenemos que hacer, esperamos que
alguien más venga y lo haga?
Por
otro lado, creo que cualquier fragmento de nuestra vida se vuelve sumamente
interesante e historiable en el
momento que observamos todos los procesos que lo atraviesan. Inflación de
precios, una reforma laboral por la que estoy seguro que varios religiosos que
conozco estarán rezando por que se apruebe, una política fallida contra el
crimen organizado, opiniones sobre un conflicto de carácter religioso en medio
oriente, disputas entre ciudadanía y corporativismo… Aún lo más íntimo de
nuestra vida cotidiana está atravesado por procesos globales, relaciones de
poder y desigualdades. Recomendación: si analizas tu vida de esta manera,
procura ser prudente con quien lo compartes, que te tilden de loco es lo de
menos, puedes meterte en problemas si te metes con algo que tus seres queridos
consideran sagrado, lo cual puede ser desde monstruos tan reales como los
partidos políticos o las instituciones que los alimentan, hasta conceptos tan
abstractas como Dios, el amor, la heterosexualidad o la monogamia; no se digan
otras nociones menos complejas, como vivir bien, ser normal o hacer las cosas
bien.
Pero
en esa telaraña en la que tengo que moverme todos los días hay algo que
realmente me asusta: en México se está restaurando un paraíso terrenal. Sí, ese
mundo ideal que alguien alguna vez calificó como una democracia perfecta donde había para todos. Al demonio la
ciudadanía, solo perteneciendo a ese sagrado cuerpo social es posible ser
reconocido, tener derechos, aspirar a una vida digna, a un buen empleo. Dime con quién andas y te diré quién eres
decía mi abuelita, así que ni se te ocurra andar manifestándote, que si algo te
pasa no es culpa de un régimen represor y autoritario, sino de ti por
imprudente, porque no hay que hacer cosas
buenas que parezcan malas ni malas que parezcan buenas, luego por qué pasa
lo que pasa. Aún no llega diciembre y ya iniciaron las desapariciones y la
violencia, ya se aprobó una reforma laboral y todo parece que irá empeorando.
Pero solo a los malos mexicanos que no quieren a su país y que no trabajan, que
se la pasan criticando, solo a ellos les pasan cosas. Claro, protegido por un
sindicato o por un partido en el que te metieron los compas es muy fácil decir
que si se puede progresar, que cada quien llega tan lejos como se lo propone y
que el cambio inicia desde cada uno. Y mientras en una lucha desigual nos
disputamos el futuro, las instituciones podridas, anti-democráticas e
inconscientes de que su propio cuerpo lleva décadas en estado de descomposición,
hablan a través de nosotros, nos confrontan, nos llevan al matadero, sacrifican
nuestras vidas con tal de mantenerse con un poquita de vida. Porque ¿Por algo
están ahí no? Alguien tiene que mandar…