miércoles, 26 de septiembre de 2012

Signos de los tiempos


Los que nos dedicamos a las ciencias sociales y/o humanas tarde o temprano reconocemos que las sociedades son sumamente complejas. Interpretar la maraña de creencias, deseos, condicionamientos, prácticas y visiones del mundo de ciertos sujetos o grupos es algo a lo que historiadores, sociólogos o antropólogos nos dedicamos, y pienso que eso nos debería volver más sensibles no solo a las realidades que estudiamos, sino también al pedacito de mundo en el que vivimos.

      En las últimas semanas he podido notar algunas cosas que no habría intuido de no ser por algunas conversaciones que tuve; tal vez si fuera antropólogo lo observaría de una manera distinta, pero dado que me dedico a disque interpretar papeles viejos, comunicarme con la gente  viva se me dificulta notablemente. Una de ellas es que por lo visto muchos de nosotros estamos esperando un mesías. Cuando dos o tres personas en un mismo día te dicen que hace falta un Emiliano Zapata para que inicie un movimiento social, porque los mexicanos somos violentos y solo así logramos cambios, creo que vale la pena guardar el ego de historiador que te dice: esta gente no sabe nada de historia, y preguntarse ¿Por qué profesionistas de clase media y de perfiles ideológicos de lo más diverso coinciden en una premisa de este tipo? ¿Por qué en pleno siglo XXI pervive este mesianismo? ¿Estamos predispuestos a la violencia o lo aprendimos muy bien en la escuela? ¿Cómo leemos los signos de los tiempos, que aún sabiendo lo que se tenemos que hacer, esperamos que alguien más venga y lo haga?

      Por otro lado, creo que cualquier fragmento de nuestra vida se vuelve sumamente interesante e historiable en el momento que observamos todos los procesos que lo atraviesan. Inflación de precios, una reforma laboral por la que estoy seguro que varios religiosos que conozco estarán rezando por que se apruebe, una política fallida contra el crimen organizado, opiniones sobre un conflicto de carácter religioso en medio oriente, disputas entre ciudadanía y corporativismo… Aún lo más íntimo de nuestra vida cotidiana está atravesado por procesos globales, relaciones de poder y desigualdades. Recomendación: si analizas tu vida de esta manera, procura ser prudente con quien lo compartes, que te tilden de loco es lo de menos, puedes meterte en problemas si te metes con algo que tus seres queridos consideran sagrado, lo cual puede ser desde monstruos tan reales como los partidos políticos o las instituciones que los alimentan, hasta conceptos tan abstractas como Dios, el amor, la heterosexualidad o la monogamia; no se digan otras nociones menos complejas, como vivir bien, ser normal o hacer las cosas bien.

         Pero en esa telaraña en la que tengo que moverme todos los días hay algo que realmente me asusta: en México se está restaurando un paraíso terrenal. Sí, ese mundo ideal que alguien alguna vez calificó como una democracia perfecta donde había para todos. Al demonio la ciudadanía, solo perteneciendo a ese sagrado cuerpo social es posible ser reconocido, tener derechos, aspirar a una vida digna, a un buen empleo. Dime con quién andas y te diré quién eres decía mi abuelita, así que ni se te ocurra andar manifestándote, que si algo te pasa no es culpa de un régimen represor y autoritario, sino de ti por imprudente, porque no hay que hacer cosas buenas que parezcan malas ni malas que parezcan buenas, luego por qué pasa lo que pasa. Aún no llega diciembre y ya iniciaron las desapariciones y la violencia, ya se aprobó una reforma laboral y todo parece que irá empeorando. Pero solo a los malos mexicanos que no quieren a su país y que no trabajan, que se la pasan criticando, solo a ellos les pasan cosas. Claro, protegido por un sindicato o por un partido en el que te metieron los compas es muy fácil decir que si se puede progresar, que cada quien llega tan lejos como se lo propone y que el cambio inicia desde cada uno. Y mientras en una lucha desigual nos disputamos el futuro, las instituciones podridas, anti-democráticas e inconscientes de que su propio cuerpo lleva décadas en estado de descomposición, hablan a través de nosotros, nos confrontan, nos llevan al matadero, sacrifican nuestras vidas con tal de mantenerse con un poquita de vida. Porque ¿Por algo están ahí no? Alguien tiene que mandar…

lunes, 10 de septiembre de 2012

Este 15 y 16 de septiembre, celebremos…




Celebremos la independencia de una nación que no existía en el año que nos han dicho que marcó el inicio de nuestra vida como país; celebremos que somos una gran nación, la prueba son las grandes pirámides del valle del México y del suroeste, aunque claro, gloriosos son los aztecas y los mayas de hace siglos, no los indios de la sierra que desde que somos “independientes” han sido un estorbo para el progreso, y que hasta la fecha siguen poniéndole trabas a las empresas que con minas y presas van a generar energía y empleos… Que malos mexicanos son, flojos y alcohólicos, y además idólatras.

Celebremos a los valientes hombres que dieron su vida por la patria, y que digo dar la vida ¡Mataron por la patria! Tal y como nuestras actuales fuerzas armadas y nuestra policía se encargan de matar a los malos mexicanos, de esos que por burros no estudiaron, y que se ganan la vida produciendo y vendiendo las drogas que nuestros artistas, políticos, profesionistas, policías e hijos consumen para distraerse y divertirse.

Celebremos también por nuestra democracia, la más cara del mundo; pero no es tan cara como las campañas de nuestros partidos, pero total, a mí no me importa la política, aún y cuando ellos vivan de mis impuestos y decidan sobre mi sueldo y mis derechos. Celebremos que tenemos un presidente guapo y un sistema tripartidista, donde nadie puede hacer su voluntad y todos tienen que negociar… Celebremos nuestra democracia, donde es más fácil probar la existencia de Dios que la ilegalidad de una elección.

Celebremos también la reforma laboral, que por fin va a modernizar las obsoletas relaciones obrero patronales, por fin se acabará la opresión y la tiranía que los trabajadores flojos y explotadores ejercen sobre los pobres empresarios mexicanos (y alguno que otro extranjero, pero a quienes debemos agradecer porque nos dan trabajo), que invierten su valiosísimo capital y su sagrado esfuerzo para darnos de comer a la mayoría de los mexicanos; ojalá y pronto se apruebe una reforma fiscal, para que el costo de la burocracia del Estado deje de estar en los hombros de esos sacrificados hombres de negocios y recaiga también en toda esa gente floja ¡Que por lo menos en sus alimentos y medicinas paguen impuestos! Nosotros no tenemos la culpa de que ganen tan poco, la tienen ellos por no estudiar o no ser lo suficientemente emprendedores, porque cada quien puede llegar tan lejos como se lo proponga ¿o no?

Y celebremos también por la iglesia, que es tan moderna y está tan preocupada por el país que hasta respalda la reforma laboral. ¡Pero eso no es algo nuevo! ¿Acaso no eran sacerdotes católicos Hidalgo y Morelos, los padres de la patria? ¡He ahí la prueba de que ser mexicano y católico-guadalupano son cosas inseparables! Celebremos por una iglesia más preocupada por controlar el cuerpo de las mujeres para evitar que pequen (y que nos sean ocasión de pecado a los débiles hombres), o por evitar que los matrimonios gays destruyan la sagrada institución de la familia, que por los pobres… total, por algo lo son, y algún día Dios los premiará.

Celebremos a México, celebremos el paraíso terrenal que está por restaurarse para aquellos que aman el país y son fieles a sus líderes. Celebremos que somos un gran país, del cual no son dignos los migrantes centroamericanos, como en el Siglo XIX no lo eran los indios bárbaros del norte, y a principios del XX no lo eran los chinos. Celebremos un México con una economía tan sólida que sigue creciendo a pesar de la crisis, y no hagamos caso de los que dicen que aquí no se respetan los derechos humanos y que somos un país violento, recordemos que a las mujeres solo las matan en Cd. Juárez, y los 120 mil asesinados, pues seguramente andaban en malos pasos, por algo les pasó lo que les pasó. No hagamos caso a las llamadas de atención que dicen que nuestro índice de desarrollo humano es bajo, ni de los que dicen que nuestra educación es mala, eso es echarle la culpa al gobierno de nuestros problemas. ¡Celebremos nuestra independencia y nuestra libertad este 15 y 16 de septiembre!

Ah sí, esos revoltosos del 132, a ver si ya se ponen a trabajar ¿No?

domingo, 2 de septiembre de 2012

¿Amor?


¿Qué pasaría si descubriéramos que aquello a lo que le llamamos amor no es más que una palabra, inventada para referirnos a unas formas de relacionarnos que no tienen nada en común entre sí más que ese nombre?

La mayoría lo ignorarían, y seguirían escribiéndole mensajes a su pareja y dedicándole canciones. Algunos se frustrarían, pues entonces ¿Qué sentido tiene la vida, si no tener a mi lado a esa persona y ser correspondido? Unos dirían “Hay un verdadero amor”, pero mucha gente que no lo ha encontrado…  Un amor por el que estarían dispuestos a morir, y por qué no, a matar… No sé cuantos realmente reflexionarían sobre aquello a lo que solemos llamar amor, y vislumbrarían que aunque el matrimonio por amor se inventó en el mundo occidental hace algunos siglos, una secta mediterránea del siglo I reflexionó y escribió alunas cosas interesantes sobre esto, al punto de que su única deidad representaba antes que otra cosa este concepto tan opaco y difícil de aprehender…

Fantasmas que no asustan, pero que no se van

Cuando reflexiono sobre la situación política actual, sobre mis temas de investigación, o intento seguir el hilo de los diálogos teológico-religiosos con mis amigos, no puedo evitar pensar en ciertas ideas que casi siempre aceptamos por dadas, naturales u obvias... Que muchas veces terminan siendo las respuestas prefabricadas a todas nuestras interrogantes, y que pensar de otra manera nos cuesta muchísimo trabajo.

Uno de ellos, principalmente en la esfera política, es la bendita Unidad Nacional... Sí, cada que tenemos alguna discusión ideológica pareciera aparecer ese fantasma que en un tono a veces conciliador, otras autoritario nos susurra al oído: Dejen de discutir, eso solo nos divide, tenemos que estar unidos, tenemos que hacer a un lado nuestras diferencias, es momento de construir el futuro, todos somos mexicanos, etc; Y claro, para remarcarlo hay que hacer referencia a momentos heroicos de nuestra historia más inventada que investigada, y que casi siempre olvida que ese bonito discurso se originó en un ambiente autoritario y antidemocrático, donde el espacio público era lo más vigilado, y donde los traidores a la patria (y a la revolución) eran juzgados como los herejes lo habían sido en siglos pasados. Nos cuesta trabajo pensar que los debates y las discusiones puedan construir, y que buscar la justicia social debe de ir mucho más allá de "progresar como país". Seguimos buscando ser uno de los mejores países, y se nos olvida que hace algunas décadas se inventó algo llamado "derechos humanos"... Si lo importante es estar unidos como mexicanos ¿dónde quedan los migrantes centroamericanos o los indígenas cuya identidad se apoya en otros imaginarios?

Pero estos sueños de una sociedad homogénea no surgieron en los Estados nacionales, y las comunidades imaginarias más antiguas y persistentes suelen ser los grupos religiosos que se imaginan como parte de una iglesia universal. Aquí la disidencia y la diferencia es más peligrosa, pues no se rompe con la unidad de la nación, sino que se desgarra el cuerpo de Cristo; la diferencia es una amenaza de la que hay que cuidarnos... la teología no es para discutir y construir consensos sino para descubrir verdades reveladas.

Sin embargo, creo que es imposible lograr consensos totales, pues la sociedad es desigual, y la forma en que la entendemos también lo es, pues no observamos el mundo desde la nada sino desde lugares y posiciones sociales específicas, muchas dadas por nacimiento (como el Dasein de Heidegger) otras por nuestra casi siempre limitada agencia. Mestizos, indígenas, mujeres, hombres, gays, lesbianas, clérigos, laicos... No se, creo que no se trata de que todos sintamos que somos parte de lo mismo y veamos el mundo, la política y la religión de la misma manera, sino de que desde nuestras diversas y múltiples perspectivas seamos capaces de imaginarnos un mundo en el que todos quepamos, y donde la diferencia no implique subordinación, carencias, exclusión e injusticias... Si no repensamos los consensos a los que aspiramos, creo que no solo vamos a frustrarnos por nunca alcanzarlos, sino que nos desgastaremos intentando colonizar la conciencia de  los otros y las otras. Sea como sea, siempre habremos algunos que simplemente sobramos, y más que buscar nuestra tajada del pastel, nos toca tomar una posición ante el mundo.

http://www.youtube.com/watch?v=k2JOD2Kc5Jw